Checa la versión impresa
TALLER ALBATROS

Por Pablo Correa

“Lo imposible se hace al minuto,
en los milagros nos tardamos un poco”

Frase que acompañaba al taller Albatros

El movimiento de nuestro pie intenta convertir a como de lugar nuestra planta en una rueda. Por su parte el pie plano ha tenido muchos problemas para caminar en el mundo y los ortopedistas hacen lo imposible por darle arco. Así se planta en  el mundo, para demostrar la perfección del engrane. Cuando caminamos circulamos el mundo con dos ruedas. Alguien dijo que los medios son una extensión de nuestros sentidos o de nuestro cuerpo. Así, las ruedas, las de una bicicleta, son una extensión de nuestras piernas, cuando las unimos con los pedales, viramos el eje de centro y una cadena desata el movimiento de las estrellas. Y los rayos, la masa y todo giran la redondez imperceptible del mundo.
En la ceremonia de los Juegos Panamericanos de 1975, Hamlin que marchaba con el equipo nicaragüense, ya había hecho de México su casa. Nunca regresaría verdaderamente a Nicaragua, iría quizá sólo para arreglar las cuestiones más elementales que debe hacer una persona cuando deja un lugar definitivamente. Las otras veces en que viajó al país centroamericano no pudo ser más que un visitante. Corría el año de 1976, el ciclista nicaragüense, Hamlin González Muller, fundó un taller para reparar las extensiones de nuestras piernas, el taller de bicicletas Albatros.
A mediados de los ochentas adoptó como ayudante a Juvenal Illescas, un joven  de 16 años. Ha contado Juvenal que fue como un padre para él. Aprendió de Hamlin la mecánica de los ciclos. Juvenal trabajó muchos años en el taller, y nos ha advertido que se separaron algunas veces. Probablemente por las razones que existen entre un hijo y un padre. El ciclista que fundó el Albatros en Copilco el Alto,  murió en 2001 a los cuarenta y nueve años. A veces son necesarios los atajos. Y cabe decir que tres años después el local fue ofrecido a Juvenal, quien lo compró con total vocación.
Albatros goza de cabal salud  a pesar de la renuencia de mucha gente a usar la bicicleta. Recientemente Juvenal lo colocó en el número 199 de Delfín Madrigal, en la Colonia Santo Domingo. A la entrada existe una vitrina con gafas y accesorios para ciclistas, a la vez una cruz hecha con cuatro ejes de centro acompañada de fotografías de Hamlin.
El orden y la calidad del trabajo hacen caminar las bicicletas hacia el Albatros. Juvenal practica el ciclismo sobre uno de los cuadros de bicicleta que hizo Hamlin. También ha guardado en el taller religiosamente el optimismo en el trabajo y la vida. Eso se puede notar en las reparaciones sensibles y rigurosas  que realiza habitualmente.
En Copilco el Alto, donde se encontraba el taller hace algunos años, todavía se puede ver un pequeño mural de un corredor de bicicletas a gran velocidad, trae gafas para el viento. Uno ahora puede imaginar algo más sofisticado, ya no sobre el concreto. Un albatros viajero  que planea  la redondez del mundo, esta vez sobre el océano que es su eje de centro.