ARQUITECTO DE MINIATURAS

Por Luis Vilchis

Soy una piedra que nació en las faldas del Popocatépetl donde fui hallada y llevada al mercado de Tlatelolco. Al interior de un costal platicaba con otras rocas de nuestro incierto futuro, tal vez un metate, los cimientos de una casa, etcétera.

En el mercado se acercó un hombre que me miraba con gran detenimiento como quien busca el alma mineral, mientras me tomaba cuidadosamente entre sus manos y vi que le dio algo a quien me trajo del volcán y me llevó consigo. Caminó y caminó, acompañado del sol y llegamos a la ciudad de Coyoacán;  me introdujo en un pequeño cuarto junto con otros pedruscos parecidos a mí. Adentro había recipientes, colores, cal y otras piedras de diferentes tamaños y nombres.

Tezontles, se llamaban unas, de río otras, obsidianas y calizas también, volcánicas las más; había lizas, rugosas, de colores. Jamás habría podido imaginar que existieran todas aquellas parientes mías.

Al día siguiente, cuando me tomó y comenzó a dibujar en mí diversas formas, comprendí que había caído en las manos de un artista; al terminar tomó otra piedra y empezó a moldear bellos perfiles Durante varios soles y ocasos trabajó, me hizo cortes que todavía no termino de entender, revistiéndome además con brillantes matices. Lucía yo bellísima, hizo lo mismo con la piedra que estaba a mi lado y cuando terminó nos sacó del taller en una pequeña caja.

Nos llevó a una amplia casa con muchas personas en tránsito que lo saludaban a su encuentro; ahí fue donde escuché por primera vez su nombre, “José”. Allí nos entregó a un hombre de túnica negra con extrañas figuras colgadas del cuello que nos puso junto a otras piedras de diferentes formas en una rara galería  pétrea. Estaba acomodando a mi compañera cuando se acercó una señora elogiando nuestra belleza.

- Buenos días padre.
- Buenos días hija, cómo estás.
- Muy bien padre, oiga qué bonitas, -dirigiéndose a nosotras- quién las hizo.
- Sí, en verdad son hermosas. Las hace don José Remedios, vecino de la colonia.
- ¿Y todas las ha hecho él?.
- Sí -dijo el padre- hace más de quince años que el señor José empezó a hacer casas, castillos y otras figuras en miniatura.
- Son iguales a las casas de provincia - dijo la señora- es como si hubiera hecho un pueblo chiquito.
- Así es y eso que don José no estudió nada de arquitectura o de artes plásticas pero eso no le ha impedido realizar infinidad de trabajos con las piedras volcánicas.
Luis Vilchis

Al día siguiente, el cura, ahora ataviado con una sotana blanca, nos sacó y colocó frente a la casa, en este sitio se encontraba una piedra vieja, con marcas del tiempo encima, que llevaba años en el lugar y conocía muy bien al señor José. Me explicó que fue por las vueltas que da la vida que este artista coyoacanense inició con este tipo de arquitectura en miniatura.

Desde sus primeros años juveniles trabajó con el material que le da nombre a los pedregales, ayudando a su padre, que era albañil, hasta que un día decidió no volver a hacerlo por que no les pagaron la construcción de una barda de piedra. A partir de allí, orillado por la injusticia y la falta de trabajo, el señor José Remedios Olvera se inició en el oficio que le ha dado prestigio más allá de las colonias de Coyoacán.

Y aún cuando ha hecho otras figuras como soles y pequeños murales, me decía la vieja piedra, su trabajo se compone en gran parte por pequeñas obras arquitectónicas, ya sean réplicas, como la que hizo de la antigua basílica, o verdaderas fortalezas medievales que nacen en su mente.

Luis Vilchis

Y esta labor es mucho más complicada que la edificación de una casa de dimensiones normales, continuaba la arrugada piedra, ya que para hacerlo el señor José tiene que empezar por cortar grandes rocas hasta volverlas pequeñas piedrecillas, como tú, me señalaba con sus extremidades rugosas, cercana a los dos centímetros que es el  tamaño ideal para su nuevo hogar.

La sempiterna roca continuó. Me comentó que cada una de las obras hechas por don José es única, pues aunque él quisiera hacerlas idénticas no podría, porque para plasmarlas no sólo requiere de las piedras y el cemento sino también de una imaginación exuberante y que es de allí donde las piezas obtienen su esencia particular.

Una vez escuché de unas personas que no sólo en este lugar había trabajos de don José, ellos decían que si uno tiene curiosidad y camina detenidamente por las calles de los pedregales se pueden encontrar más obras de este arquitecto de miniaturas, que ha dejado sus creaciones hasta en los lugares que uno menos se imagina, como en el área de comida del Mercado del Pescadito. Mencionaban que sólo era cuestión de caminar y mirar con esmero para darse cuenta que en varias calles de nuestras colonias hay trabajos de este artista de la comunidad.

Ya hace bastante tiempo que el señor José nos trajo a este lugar al aire libre, donde hay otras piedras de múltiples figuras y bellos tonos dentro de un pequeño cuarto con paredes de cristal, en el que nunca estamos solas, siempre hay gente a nuestro alrededor, niños y adultos que pasan haciendo extrañas señas con sus manos frente a sus caras como si trataran de quitarse algo que les molestara; cosas que nunca voy a entender, como el hecho de que una vez al año una gran cantidad de gente nos visita solamente para cantarle a las piedras que están dentro de la capilla ubicada en las calles de San Raúl y San Federico.